Por Elena Bravo/Colegio de Ingenieros de Montes
Los árboles que están clasificados como notables y que forman parte de los catálogos de elementos a proteger, elaborados por las distintas Administraciones ambientales y forestales, suelen ser ejemplares añosos que sobresalen entre todos por alguna cualidad morfológica, por su singular localización o por su propia vetustez.
Hay géneros, incluso especies, que por su longevidad y por la facilidad de adaptación a las circunstancias territoriales modifican su silueta y dan lugar a ejemplares que merecen la atención y conservación. Entre este tipo de árboles se encuentran los pinsapos.
En las provincias de Málaga y Cádiz se encuentran los pinsapares silvestres españoles y es en estos bosques donde se localizan como árboles singulares el pinsapo de la perra y el pinsapo de las escaleretas. El primero, con más de 200 años, es conocido por su forma de candelabro; el tronco principal tiene más de 5 metros y medio de perímetro y sus dos ramas verticales superan los 3. El segundo, recibe su nombre de las lajas calizas que a modo de escalera forman el camino en el que se encuentra y que une las vegas del río Verde con Ronda y el valle del Genal. Aunque no es el árbol de mayor tronco con el que nos podamos topar, sí es el que mayor copa posee, pues la cabida de su sombra es superior a los 200 metros.
Existen referencias de otros notables ejemplares que hubo en estas mismas sierras. Así, el conocido pinsapo de las siete vigas que Simón de Rojas Clemente y Rubio sitúa en el camino de Ronda a Tolox cerca del Puerto de Las Ánimas, tomó su nombre por las siete larguísimas ramas o brazos principales, casi iguales, y distribuidos en derredor del tronco con maravillosa simetría. También fue célebre el pinsapo de los cazadores, cuyo apodo alude a la circunstancia que, por superar en altura los 30 metros, los perdigones de los cartuchos no alcanzaban a las palomas que se encontraban en sus ramas superiores.
Además de árbol notable, el pinsapo se utiliza como árbol memorable. En el corazón de la primavera de este año, hace unos días, ha tenido lugar el singular trasplante de un pinsapo desde el riojano lugar de San Asensio a las faldas del monte Abantos en San Lorenzo de El Escorial. Con esta plantación se ha querido evocar el traslado que Luis Ceballos Medrano efectuó desde San Asensio a San Lorenzo, donde echó raíces, para estudiar y obtener el título de Ingeniero de Montes en la Escuela que el insigne Cuerpo tenía en las Casas de Oficios anejas al Monasterio escurialense.
Más de cien descendientes directos de este insigne Ingeniero se han reunido para conmemorar que en 1889 inició la tradición científica familiar. Fue padre de Gonzalo, eminente entomólogo, y de Luis Ceballos Fernández de Córdoba, ilustre botánico que estudió los pinsapares andaluces y a quien en 1996 la Comunidad de Madrid dedicó el arboreto que lleva su nombre.
Los árboles que están clasificados como notables y que forman parte de los catálogos de elementos a proteger, elaborados por las distintas Administraciones ambientales y forestales, suelen ser ejemplares añosos que sobresalen entre todos por alguna cualidad morfológica, por su singular localización o por su propia vetustez.
Hay géneros, incluso especies, que por su longevidad y por la facilidad de adaptación a las circunstancias territoriales modifican su silueta y dan lugar a ejemplares que merecen la atención y conservación. Entre este tipo de árboles se encuentran los pinsapos.
En las provincias de Málaga y Cádiz se encuentran los pinsapares silvestres españoles y es en estos bosques donde se localizan como árboles singulares el pinsapo de la perra y el pinsapo de las escaleretas. El primero, con más de 200 años, es conocido por su forma de candelabro; el tronco principal tiene más de 5 metros y medio de perímetro y sus dos ramas verticales superan los 3. El segundo, recibe su nombre de las lajas calizas que a modo de escalera forman el camino en el que se encuentra y que une las vegas del río Verde con Ronda y el valle del Genal. Aunque no es el árbol de mayor tronco con el que nos podamos topar, sí es el que mayor copa posee, pues la cabida de su sombra es superior a los 200 metros.
Existen referencias de otros notables ejemplares que hubo en estas mismas sierras. Así, el conocido pinsapo de las siete vigas que Simón de Rojas Clemente y Rubio sitúa en el camino de Ronda a Tolox cerca del Puerto de Las Ánimas, tomó su nombre por las siete larguísimas ramas o brazos principales, casi iguales, y distribuidos en derredor del tronco con maravillosa simetría. También fue célebre el pinsapo de los cazadores, cuyo apodo alude a la circunstancia que, por superar en altura los 30 metros, los perdigones de los cartuchos no alcanzaban a las palomas que se encontraban en sus ramas superiores.
Además de árbol notable, el pinsapo se utiliza como árbol memorable. En el corazón de la primavera de este año, hace unos días, ha tenido lugar el singular trasplante de un pinsapo desde el riojano lugar de San Asensio a las faldas del monte Abantos en San Lorenzo de El Escorial. Con esta plantación se ha querido evocar el traslado que Luis Ceballos Medrano efectuó desde San Asensio a San Lorenzo, donde echó raíces, para estudiar y obtener el título de Ingeniero de Montes en la Escuela que el insigne Cuerpo tenía en las Casas de Oficios anejas al Monasterio escurialense.
Más de cien descendientes directos de este insigne Ingeniero se han reunido para conmemorar que en 1889 inició la tradición científica familiar. Fue padre de Gonzalo, eminente entomólogo, y de Luis Ceballos Fernández de Córdoba, ilustre botánico que estudió los pinsapares andaluces y a quien en 1996 la Comunidad de Madrid dedicó el arboreto que lleva su nombre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario