viernes, 17 de julio de 2009

El Pino de Oro (Grevillea robusta)


Por Rafael Ceballos, Vicedecano del Colegio de Ingenieros de Montes

No se sabe qué pasó por la cabeza del médico y botánico escocés Robert Kaye Greville, cuando su colega Adam Cunningham le dedicó un género de llamativas plantas arbóreas que tan gran contraste presentaban con las microscópicas algas diatomeas de las que era notable especialista. Pero sí podemos afirmar que el oro que representa la floración de la especie más emblemática del género (Grevillea robusta), así como la seda que asemeja su madera pueden servir de rico homenaje al científico que públicamente tanto luchó en el primer tercio del siglo XIX, para abolir la esclavitud en el mundo.


La Grevillea es un árbol frondoso, de crecimiento rápido y siempre verde por el hecho de que las hojas permanecen varios años sobre las ramas. El tronco recto y grisáceo aparece muy fisurado, llegando a alcanzar 40 metros de altura cuando se encuentra en buenas condiciones de clima y suelo. La copa piramidal y la división de sus hojas, así como la vellosidad que las recubre, procuran a este árbol un aspecto de conífera que, junto a lo llamativo de sus flores amarillo anaranjadas que lo cubren en una larga transición de la primavera al verano, ha servido para recibir el apodo universal de “pino de oro”.


No tolera los suelos calizos ni los salinos, aún cuando se desarrolla cómodamente en ambientes próximos al mar donde el riesgo de heladas es muy bajo.


En Australia, de donde procede la especie, se han dictado severas normas restrictivas para su aprovechamiento y explotación, ya que es en su medio natural donde el número de árboles silvestres se ha reducido considerablemente. Gracias a su fácil multiplicación por semillas, que el viento dispersa eficazmente a los pocos días de su maduración, la especie puede recuperarse en un corto número de años.


En su lugar de origen se utiliza en plantación lineal como pantalla protectora contra el viento en los cultivos de té y café, o como definidor de linderos; mientras que en el resto del mundo se utiliza como árbol ornamental, aislado en las praderas o formando alineaciones en caminos y junto a edificios, aprovechando la originalidad de los destellos dorados que reflejan sus profusas flores.


En nuestro país se pueden admirar bellos ejemplares en localidades de clima benigno, como Sevilla, en la Plaza del Duque; Málaga, en el parque de La Concepción; Almería, en el cortijo Fischer, o en la frondosa explanada de Alicante.

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