sábado, 6 de diciembre de 2008

Los bosques y los retos globales

Por: Santiago González Alonso. Doctor Ingeniero de Montes
Catedrático de Proyectos de Ingeniería, UPM, Asociación de Montes

(Contribución al Libro: "XXX Aniversario del CIDES", que se enviará a petición de los interesados que indiquen su correo electrónico)

Los espacios forestales más genuinos, los bosques, constituyen el ámbito natural de la actuación de la ingeniería forestal desde su creación, en las escuelas centroeuropeas del siglo XIX. En ellos se ha aprendido, investigado, analizado y actuado, desde los puntos de vista biológico e ingenieril. Por ello sigue siendo muy necesaria la visión, la involucración y el aporte técnico de los ingenieros de montes (ingenieros de aguas y bosques en Francia, ingenieros forestales en general) respecto a las nuevas visiones del fundamental papel de los bosques en las estrategias de enfrentamiento a los retos y riesgos globales actuales, derivados del modelo de desarrollo y de la creciente acción tecnológica sobre los ecosistemas del planeta.

El estado de los bosques del planeta

La evaluación más global y completa del estado de los bosques del planeta es la que periódicamente proporciona la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). En el año 2007 apareció la séptima edición de la “Situación de los bosques del mundo”, basada en los datos publicados en la Evaluación de los Recursos Forestales Mundiales 2005 (FRA 2005). Actualmente se trabaja en la próxima, (FRA 2010), cuyo final está previsto para el año 2010, así como en una nueva estrategia de la FAO para el sector forestal, que se pretende presentar en el 2009.

De acuerdo con la FRA 2005, Los bosques cubren el 30% de las tierras del mundo, alrededor de 40 millones de km2, casi un campo de fútbol por cada habitante del planeta, aunque con una distribución muy desigual. Europa (incluyendo a la Federación Rusa) contiene un cuarto del total de la superficie forestal, seguida por Sudamérica y América Central y del Norte. Sudamérica es la región con mayor porcentaje de cubierta forestal (prácticamente la mitad de la superficie de sus tierras), mientras que Asia es la región con un menor porcentaje de cubierta forestal (menos del 20% del territorio)

La FAO concluye de forma optimista que a nivel mundial los recursos forestales parecen encontrarse en buen estado: en la mayoría de las variables medidas los cambios han sido mínimos y los más importantes indican tendencias que son más positivas que negativas. Aunque hay datos que inducen una preocupación mayor.

La deforestación, sobre todo la transformación de bosques en tierras de cultivo, está avanzando a un ritmo alarmante. La superficie forestal mundial disminuyó en un 0.22% anual entre 1990 y 2000 y en un 18% anual entre 2000 y 2005. En conjunto, durante el periodo 1990-2005 la deforestación se ha producido a un ritmo anual de aproximadamente 130.000 km2 (una superficie equivalente a la de Grecia) Durante el periodo 2000–2005 se tuvo una pérdida diaria de 200 km2 de superficie forestal.

Un motivo más particular de alarma lo constituye la reducción de los bosques primarios. Aunque aún hoy día ocupan más de un tercio de la superficie forestal del planeta (unos 13 millones de km) cada año la actividad humana está ocasionando como media anual la pérdida o alteración de 60.000 km2 de la superficie de este valioso tipo de bosque (superficie similar a la de Irlanda). Brasil e Indonesia registraron, por si solos, una pérdida de 49.000 km2 anuales durante el periodo 2000-2005. La extensión más importante de bosque primario aún se encuentra en el Amazonas. Algunos países de América Central y del Norte, junto a la Federación Rusa, también cuentan con una proporción elevada de este tipo de formación vegetal.
Los bosques naturales modificados cubren algo más de la mitad de la superficie forestal total. Alrededor del 7% de los bosques están considerados como bosques seminaturales, mientras que las plantaciones forestales representan alrededor del 4% de la superficie arbolada, con una tendencia muy clara de aumento. En cuanto a la categoría otras tierras boscosas, más de dos tercios están consideradas como tierras boscosas naturales modificadas.

Cada año, alrededor de un 1% de la masa forestal es pasto de las llamas (una superficie del tamaño de Nueva Zelanda, aproximadamente). En la actualidad, la mayor parte de los incendios forestales son provocados por el hombre.

A escala mundial, el 34% de la superficie forestal total tiene como función principal la producción (alrededor del 50% si toman en cuenta ambas funciones, principal y secundaria). En Europa, alrededor del 73% de la superficie forestal tiene como función principal la producción, mientras que en Norteamérica tan sólo un 6% (la mayoría de sus espacios arbolados bosques están destinados a un uso múltiple).

En 2005, la suma global de madera extraída superó los 3.000 millones de m3 .A nivel mundial, las extracciones de madera han permanecido relativamente estables y no han sufrido cambios significativos en los últimos 15 años.

En el mundo hay cada vez más superficie forestal dedicada en primera instancia a la retención del suelo y la conservación del agua. En 2005, todas las áreas forestales con la protección como función principal o secundaria representaban, aproximadamente, un tercio del área forestal mundial (11,9 millones de km2) En ellas se consideran las plantaciones artificiales de árboles con fines protectores, que cubren una superficie del tamaño de Italia, es decir, algo menos del 1% de la superficie forestal del planeta.

La superficie de bosque reservada expresamente a la conservación de la biodiversidad ha aumentado considerablemente durante los últimos 15 años. En la actualidad, supone más del 11% de la superficie forestal total.

La mayor parte de las áreas arboladas del planeta son de propiedad pública (84%), aunque se advierte una tendencia de aumento de la propiedad privada. Igualmente existe un aumento de dedicación de los bosques a usos educativos y de ocio. En Europa, cerca de tres cuartas partes de estas superficies cumplen una función social, normalmente en combinación con otros objetivos de gestión.

Papel de los bosques en el cambio climático

Parece ya incuestionable el parecer de la mayoría de la comunidad científica acerca de que la actividad humana está en el origen del cambio de los parámetros medios que caracterizan la composición de nuestra atmósfera, del incremento medible y contrastado a nivel global de los gases denominados de “efecto invernadero”. Mayor discusión se plantea en cuanto a la previsión de la intensidad y cronología del cambio climático, general y a nivel de las diferentes situaciones ecológicas del planeta, que ese cambio atmosférico pueda significar.

A pesar de las posturas dialécticas interesadas que exigen pruebas científicas irrebatibles que quizás sólo puedan obtenerse cuando ya sea demasiado tarde para intentar paliar o cambiar las posibles gravísimas consecuencias, cada vez también cobra mayor carta de naturaleza en la opinión pública, en la ciudadanía común y corriente, y en las declaraciones y acuerdos de los organismos supranacionales y de los gobiernos la preocupación por el problema.

Ante las incertidumbres, y ante la extrema gravedad de los posibles efectos, la única actitud coherente es la aplicación en las políticas del principio de precaución, de modo que se generen situaciones y se desarrollen actuaciones cuanto más reversibles, mejor.

En el núcleo del análisis causal están las emisiones de gases, el despilfarro energético, y el modelo insostenible de desarrollo. Y en el camino de las soluciones cada vez cobran más fuerza las estrategias basadas en instrumentos económicos incentivadores del incremento de los sumideros de carbono. Los espacios forestales cobran así un nuevo protagonismo en la priorización de las políticas frente al cambio climático. Protagonismo que puede suponer una oportunidad para el impulso de políticas de conservación y restauración de los masas arbóreas, pero protagonismo no exento de riesgos para los bosques y selvas, si nuevamente la simplificación de una reorientación en busca del beneficio económico inmediato provoca la venta de imagen de la producción intensiva de madera como la panacea para los problemas ambientales globales del planeta.

Las áreas arboladas, selvas, bosques, plantaciones madereras,… influyen en los procesos y ritmos del cambio climático. La vegetación, a través de la fotosíntesis, absorbe dióxido de carbono de la atmósfera y almacena el carbono (madera, hojas,…) Más cuanto mayor es la biomasa de la vegetación. De ahí la consideración del arbolado como un excelente y estable “sumidero de carbono”. Ahora bien, este carbono atrapado en los ecosistemas forestales actuales y pretéritos (yacimientos de petróleo), vuelve de nuevo a la atmósfera a través de los incendios forestales y de la combustión con fines energéticos de los hidrocarburos. Se estima que un 18 % de las emisiones globales de dióxido de carbono se deben a la deforestación y la degradación de los bosques (Conferencia BOSQUES Y ENERGÍA-FAO-Roma, noviembre 2007)
Las existencias de carbono hacen referencia a la cantidad de carbono que contienen los ecosistemas forestales del mundo, principalmente en la biomasa viva (44%) y en el suelo (46%), y, en menor medida, también en la madera muerta (6%) y en la hojarasca (4%). En conjunto, se calcula que los ecosistemas forestales del mundo almacenan alrededor de 638.000 millones de toneladas de carbono, es decir, que los ecosistemas forestales del planeta almacenan más carbono que el que se puede encontrar en toda la atmósfera.

Entre 1990 y 2005 se produjo un descenso de la cantidad total de carbono almacenado en la biomasa viva, principalmente como consecuencia de descensos en el sur y sureste Asiático, en África Central y Occidental, y en Sudamérica. La cantidad de carbono almacenado en la biomasa viva permaneció relativamente estable en Oceanía y aumentó en Europa y en América Central y del Norte.

El pasado 4 de abril de 2008 delegados de 160 países se reunieron en Bangkok para diseñar el plan de elaboración del acuerdo que reemplazará al Protocolo de Kioto, que expira en 2012. La previsión de los 192 países de la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático es negociar, redactar y aprobar una propuesta en una conferencia prevista en Copenhague para el año 2009. La reunión de Bangkok sigue las pautas aprobadas en la XII Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, celebrada el pasado diciembre de 2007 en la isla de Bali (Indonesia), en la que se estableció como referencia científica el cuarto informe del Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) y en la que las naciones industrializadas se comprometieron a ayudar a los países en desarrollo para la conservación y reforestación de sus territorios.

Contaminación atmosférica, degradación del suelo, desertificación y deforestación están relacionadas entre sí, se potencian y, en círculo vicioso, incrementan el cambio climático. Más que nunca son necesarias las estrategias sistémicas, globales e integradas. No existen soluciones únicas, pero hay que exigir soluciones no inferiores, soluciones manifiestamente mejores que otras.

La política forestal necesaria

Es indispensable integrar auténticamente las políticas forestales, energéticas, agrícolas, y de ordenación territorial.

No se trata, por tanto, de plantear las políticas forestales en términos de plantar tantos y cuantos millones de árboles. En los recientes tiempos electorales hemos asistido a pujas de quién da más: 45 millones de árboles en cuatro años por aquí, 500 millones en el mismo tiempo por allí, 15 millones en dos años tal Comunidad autónoma, 2.000 millones cuál portavoz corporativo,… Como dato de referencia, según el Inventario Forestal Nacional, en la actualidad el número existente en España de árboles de altura superior a 3 metros y diámetro de tronco superior a 7 centímetros -pies mayores en las tablas- es de unos 7.000 millones (155 por cada español), con un aumento de 2.000 millones en los últimos diez años. En el reparto de pies menores, la alícuota por cabeza es de 236. En la actualidad a cada español le corresponden, pues, 390 árboles.

La cuestión no es el número de árboles, sino porqué repoblar y dónde y cómo, qué tipo de planta, de qué especies, de que tamaño, en qué terrenos, con qué tratamientos selvícolas, con qué planes de ordenación y gestión.

En el modelo de mercado que nos rige, los bosques autóctonos y las plantaciones forestales enfrentan la falta de reconocimiento económico de sus externalidades. Los sistemas forestales generan beneficios y prestan servicios ambientales a la sociedad que normalmente no son reconocidos, ni contabilizados, ni remunerados (conservación de biodiversidad, regulación hídrica, captura de CO2, …) Tal como se plantea la contabilidad general, lo anteriormente apuntado tiene reflejo en una ínfima contribución del sector forestal al Producto Interno Bruto y en balanzas comerciales forestales deficitarias, a pesar de nuestro gran patrimonio natural.

Los combustibles producidos a partir de cultivos agrícolas (maíz u otros cereales, azúcar de caña y, en menor medida, soja y yuca como materia prima para la producción de bioetanol; colza, aceite de palma, u otras plantas oleaginosas, para la del biodiésel), se están convirtiendo en un componente muy importante para el suministro energético global a un medio plazo.
En lo referente a las políticas forestales, las medidas de incentivo de los biocombustibles necesitan un cuidadoso análisis del cuadro general. El problema para los espacios arbolados puede provenir del nuevo atractivo de la tala de bosques para sembrar cultivos bionergéticos.
En este contexto, es de esperar que la innovación tecnológica abaratará la conversión de madera y residuos forestales en biodiésel. Ya hay pronósticos que auguran que la madera se convertirá en la principal fuente de biocombustible en el futuro, desbancando a los cultivos y los residuos agrícolas. El uso de la madera como combustible puede provocar deforestación o degradación de los bosques si no se aplica de manera efectiva una gestión forestal sostenible, aunque, también en ese escenario, en lugar de talar masas arbóreas para instalar cultivos, podría suceder que la superficie cultivada disminuyera en favor del arbolado.

Bosques y cultivos forestales

No todas las formaciones arbóreas son bosques. Ya en el precioso Diccionario de Voces Españolas Geográficas, publicado por la Real Academia de la Historia en 1790, se define bosque como “terreno poblado de árboles silvestres y matas”, y monte “se toma por la parte de terreno inculto, que no ha sido labrado de continuo, y se halla poblado de árboles, arbustos y matas” Hay selvas, hay bosques, hay cultivos madereros,… todos ellos constituidos por árboles. Todos útiles y todos necesarios, si cada uno se ubica en el sitio adecuado y se gestiona de acuerdo a sus características y potencialidades, en el más amplio sentido. Por su edad, composición y estructura las plantaciones madereras no pueden ser consideradas como verdaderos bosques, aunque, bien gestionadas, pueden cumplir alguna de sus funciones benefactoras.
La broma entre estudiantes forestales mexicanos es preguntarse cuál es la diferencia entre bosque y selva: en el primero está Caperucita y en la segunda Tarzán. Generalmente los bosques boreales son más pobres en especies que las selvas intertropicales. Las selvas de clima lluvioso poseen una extraordinaria biodiversidad, son el hábitat de las 2/3 partes de toda la fauna y flora del planeta. Y, a su vez, los bosques boreales son más diversos y estructurados, más ricos en nichos ecológicos, que los monocultivos forestales.

De la confusión, intencionada o no, de conceptos derivan muy a menudo desastres. El bosque (estructura compleja, diversidad elevada, funcionalidad a largo plazo como regulador hídrico y generador de suelo), es un concepto diferente, y muy alejado, del cultivo forestal maderero (poco estructurado y poco diverso, funcionalidad para la producción y extracción de madera en el menor plazo posible)

La interpretación de ambos conceptos como iguales, y, por consecuencia, la reiterada utilización puramente descriptiva de los beneficios y funciones ambientales de los bosques para justificar la masiva e irreflexiva implantación de cultivos madereros, en numerosas ocasiones suplantando a aquéllos, ha sido una de las causas fundamentales del abandono selvícola, del retraso ordenador, o, más drásticamente, de la pérdida, en lo peor de los casos, de nuestros bosques en el último medio siglo.

Como apuntó el ilustre Doctor Ingeniero de Montes D. Luis Ceballos Fernández de Córdoba, doblemente Académico de la Lengua y de Ciencias, redactor en 1939 del Plan General de Repoblación Forestal de España, en palabras expresadas en 1945: [Estoy] “contra el desmedido afán de industrializar los montes creando extensas masas uniformes y coetáneas de coníferas en estado regresivo, que, por serlo, están a merced de una cerilla, de un hongo o de un insecto...” [El bosque] “está muy lejos de ser una masa regular y compacta de árboles iguales, monótona y amorfa como puede serlo un campo de trigo; el bosque es una población vegetal pero no un ejército de árboles” Plantar árboles así es crear un monocultivo, no crear un bosque.


Aunque los bosques naturales y las plantaciones o cultivos forestales coexisten y se interrelacionan de muchas maneras, sus sistemas de producción y sus estructuras de costos son muy diferentes. En este caso, suplantar premeditadamente objetivos, equivocar al ciudadano respecto a tales objetivos, utilizar los vocablos y conceptos comentados sinónimos, no es nada inocente, aunque sea bajo el pretexto del cambio climático. Ello acarrea, necesariamente, errores técnicos, problemas ambientales irreversibles en el medio y largo plazo, y una cada vez más cierta y contundente conflictividad social.

Los bosques españoles y su evolución

Los datos cuantificados de la evolución general de las superficies arboladas en España se encuentran en los tres Inventarios Nacionales forestales (IFN) realizados por la administración forestal del Estado hasta la fecha: (IFN1) 1966-1975, (IFN2) 1986-1996, y (IFN3) 1997-2006.
De acuerdo con los últimos datos, los ecosistemas forestales de España ocupan alrededor de veintisiete millones y medio de hectáreas (27.459.478 ha), de las cuales casi dieciocho millones (17.715.988 ha) están arboladas (incluidos el arbolado ralo y disperso) y unos diez millones (9.743.490 ha) desarboladas, que suponen respectivamente el 35% y el 20% del territorio nacional. En el IFN2 esos porcentajes eran el 27% y el 24%, lo que nos indicaría que entre los años 1996 y 2006 ha aumentado el territorio forestal (un 4% más del territorio nacional), ha aumentado en un 8% la superficie arbolada, y ha disminuido en un 4% la superficie desarbolada. La biomasa arbórea ha aumentado en los últimos diez años en 296 millones de metros cúbicos, un 33%.

España es el país de Europa más rico en especies forestales. Existen 105 especies diferentes de árboles autóctonos, aunque sólo 80 de ellas llegan a formar bosques propiamente dichos: abetales, encinares, alcornocales, pinares, sabinares, olmedas, saucedas, etc.

Si nos centramos en el arbolado no adehesado, la superficie es de 14,5 millones de hectáreas, de ellas 1,5 millones de cultivos forestales (plantaciones de eucalipto, chopo, pino pinaster, pino radiata y otros) Es decir, 13 millones de hectáreas, un 25% de la superficie geográfica española podríamos asignarla a bosques más o menos densos.

Entre 1940-2005 se han repoblado forestalmente en España unos 4 millones de hectáreas. Más específica y recientemente, el programa de forestación de tierras agrícolas que apoyó la Unión Europea entre 1994-2005 permitió la repoblación de casi 650.000 ha.

La tendencia detectada es el aumento de la superficie y la biomasa forestales, así como de la superficie ocupada por plantaciones forestales. A ello están contribuyendo factores diversos, tales como la repoblación forestal, la recolonización de zonas de cultivo y pastos abandonados como consecuencia del éxodo rural, la sustitución de los combustibles de origen forestal (leñas, carbón vegetal) por derivados del petróleo, el descenso de la presión ganadera sobre el espacio forestal; el incremento de los cultivos forestales de turno corto (eucalipto, chopo, pino radiata), etc.

La superficie total de montes ordenados es de 3.782.099 ha, lo que supone el 13,8% respecto al total de la superficie forestal (arbolada, con arbolado disperso y desarbolada). La superficie forestal privada ordenada respecto al total de la superficie forestal privada es del 5,8%, mientras que la superficie forestal pública ordenada respecto al total de la superficie forestal pública es del 23,47%. Estas cifras indican el retraso en la aplicación de políticas efectivas de gestión sostenible en los espacios forestales españoles, sobre todo en los montes privados.

El problema de los incendios forestales continúa siendo una grave amenaza. Sólo entre los años 90 y 99 han ardido 652.492 hectáreas de superficie arbolada (hay que considerar que una parte apreciable de esta superficie quemada se regenera posteriormente de forma natural) En los últimos decenios la media anual de superficie forestal afectada por los incendios ha sido de 195.000 ha, y la de superficie arbolada de 75.000 ha, con una media de unos 14. 500 incendios por año.

ANEXO

La FAO define bosque como una superficie de tierra de más de media hectárea (5.000 m2), con árboles de altura superior a 5 metros y una cubierta forestal de más del 10%, o con árboles con potencial para cumplir dichos parámetros.

Los bosques primarios están compuestos por especies arbóreas autóctonas. No presentan huellas evidentes de la actividad del hombre y sus procesos ecológicos no se han visto alterados de una forma apreciable.

Los bosques naturales modificados están formados por especies arbóreas nativas que han reaparecido de forma natural en lugares en los que la actividad humana ha dejado huella.
Los bosques seminaturales están formados por especies nativas de árboles que han sido plantadas, sembradas o han reaparecido de forma natural con la ayuda del hombre.

Las plantaciones forestales son superficies arboladas que se han obtenido de forma artificial, mediante plantación o siembra. Los árboles pertenecen en general a una misma especie (ya sea nativa o introducida), tienen los mismos años de vida y presentan una separación homogénea. Las plantaciones forestales pueden tener como objetivo la producción de productos madereros o no madereros (plantaciones forestales productivas) o el suministro de servicios de los ecosistemas (plantaciones forestales protectoras). Las plantaciones forestales productivas son plantaciones forestales destinadas principalmente al suministro de madera, fibra y productos forestales no madereros, aunque también pueden tener funciones protectoras, recreativas o de otra índole.

El término otras tierras boscosas hace referencia a tierras con árboles de más de 5 metros de altura pero con una cubierta forestal de entre el 5 y el 10% solamente. También incluye tierras con una mezcla de arbustos, matorral y árboles que en conjunto superan el 10%. No incluye tierras cuyo uso principal sea agrícola o urbano.

El término otras tierras con cubierta arbórea hace referencia a tierras que, a pesar de reunir los requisitos de superficie, altura y cubierta arbórea, quedan fuera de la categoría de bosques porque su uso principal es agrícola o urbano. En este apartado se incluye grupos de árboles o árboles dispersos en paisajes agrícolas, parques, jardines y alrededor de construcciones, así como plantaciones de árboles cuyo propósito principal no es obtener madera, como por ejemplo los huertos de frutales.

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