(Del Libro "30 años del CIDES")
Por: Ricardo Navas Hernández. Ingeniero Industrial del ICAI, Asociación de ICAI
Este es un libro para conmemorar un trocito de historia, 30 años, que en el conjunto de los siglos de la humanidad son muy pocos pero que han contemplado como los contenidos del Comité de Ingeniería y Desarrollo Sostenible iban ampliándose y ajustándose al ritmo de los tiempos.
Se han ido ajustando al ritmo que marcaba la sociedad a la ingeniería y al conjunto de la actividad empresarial. Así, las empresas empezaron en los años 80 a fijarse en la parte ambiental de su responsabilidad: vertidos, residuos, emisiones y estudios de impacto ambiental entre otros; se veían arrastradas por aspectos regulatorios y eran en definitiva cuidados paliativos, intentar dañar lo menos posible, minimizar el impacto.
De esta forma se añadía al tradicional vector económico de las empresas el vector medioambiental, pero cada uno tiraba en direcciones contrarias. En las empresas vivían con esta tensión y con una mentalidad donde lo medioambiental suponía un gasto que iba contra la cuenta de resultados.
La continua evolución de la sociedad generó en las empresas la aparición de un tercer eje, o mejor dicho, un tercer vector, el social, que añadía más tensiones, pues de nuevo era visto por la mayoría del mundo empresarial como algo que restaba en la cuenta de resultados en vez de sumar. Las empresas buscaron entonces el equilibrio para hacer lo que se les exigía en el terreno laboral, de seguridad y de apoyo a la sociedad, pero única y exclusivamente lo que percibían que era exigido desde el exterior, nunca con una actitud proactiva.
Con estas tres fuerzas generando tensiones en el seno de la empresa y con una gran influencia del aspecto medioambiental apareció en 1987 el concepto de Desarrollo Sostenible en el seno de la Comisión Mundial sobre Ambiente y Desarrollo, que lo definió como: "El desarrollo que asegura las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para enfrentarse a sus propias necesidades"[1].
Aunque el concepto apareciese ya hace más de veinte años, no fue sino a partir de la Conferencia de la ONU sobre Medio Ambiente y Desarrollo (Segunda Cumbre de la Tierra) en Río de Janeiro celebrada en 1992, cuando el concepto se asentó y se empezó a extender por el mundo empresarial.
Aunque proviniese del ámbito medioambiental ya incluía los tres ejes: generación de riqueza económica, acceso a los derechos de la sociedad y protección del entorno y de los derechos naturales. Pero la sociedad y el mundo empresariales de finales del siglo XX y principios del XXI se mueven a alta velocidad, y el concepto ha seguido evolucionando y ha sido absorbido por el Responsabilidad Social Corporativa, que poco a poco ha ido perdiendo la “S” de Social para quedarse en Responsabilidad Corporativa.
No supone desde luego dejar de lado el desarrollo sostenible, que sigue vigente, sino ir más allá. Es entender que la responsabilidad de las empresas se basa en responder a las expectativas de los grupos de interés que les rodean, pero no de una forma reactiva como al principio, sino de una forma proactiva, siendo conscientes de que su misión puede y debe ser invertir el proceso y ser agentes de cambio a través de su actividad económica.
Las empresas que entienden y asimilan este nuevo planteamiento son conscientes de que los tres ejes, ya no generan tensiones porque se restan entre sí, sino que son aspectos a sumar, porque la responsabilidad genera confianza y este es uno de los principales activos que pueden tener las empresas, en un mundo como en el actual en el que el valor de las empresas depende cada vez más de los intangibles. Para comprobar esto basta con acudir al ratio entre capitalización bursátil y valor contable, que hasta en las empresas más castigadas en la bolsa durante este duro 2008, se mantiene muy por encima de 1, siendo frecuentes los valores entre 5 y 15. Es decir sólo un reducida parte de su valor se sustenta en activos tangibles.
Para ser responsable por tanto la empresa no se puede cerrar en sí misma, tiene que estar atenta a lo que ocurre alrededor, porque se trata de dar respuestas a las expectativas de los distintos grupos de interés, ya no se puede decir que ante los únicos que hay que rendir cuentas son los accionistas, empleados, proveedores, clientes, administraciones públicas, medios de comunicación y la sociedad en general articulada a través de distintas organizaciones y asociaciones, configuran el amplio abanico de grupos que son fundamentales para el desempeño de la compañía.
La dificultad radica en que los temas relevantes para los distintos grupos de interés van variando a lo largo del tiempo, la empresa tiene que estar pendiente de esa evolución. Basta fijarse por ejemplo en el cambio climático, un tema que ha pasado de marginal hace unos, a ir ganando importancia paulatinamente, hasta convertirse en uno de los pilares de las estrategias de responsabilidad corporativa de muchas compañías, principalmente de aquellas que tienen un mayor impacto.
De acuerdo a estudios[2] publicados en 2008, los aspectos que más contribuyen a generar confianza en una empresa son por este orden: la calidad de sus productos, la atención al cliente, la reputación corporativa, el valor proporcionado por sus productos y servicios, el desempeño social y ambiental y su reputación como lugar de trabajo. Estos aspectos enumerados aparecen por encima valorados por encima del puro desempeño económico reflejado en la cuenta de resultados.
Parece que esta nueva realidad de la responsabilidad corporativa y de la necesidad de generar confianza ha ido calando en el mundo empresarial, así lo refleja por ejemplo que cada vez más compañías rinden cuentas de su actividad en la triple cuenta de resultados, económica, social y medioambiental. En 2008, el 63 por ciento de las 100 mayores empresas españolas, ha publicado un informe de responsabilidad corporativa, bien sea como una publicación independiente o integrado en el Informe Anual, lo que supone una gran avance respecto al 25 por ciento de 2005[3].
Por supuesto todavía queda camino por recorrer, España puede aprender de otros países como Japón o Reino Unido, donde el porcentaje entre sus mayores empresas que reportan sobre estos temas está por encima del 90 por ciento.
Además hay aspectos que todavía no se han desarrollado de acuerdo a las expectativas que se tenían de ellos, como la inversión socialmente responsable. De hecho el volumen porcentual de capital en fondos gestionados con criterios socialmente responsables en 2007, alcanzó un 0,3 por ciento del capital invertido en fondos de inversión en el mercado retail en España, lo que supone no sólo una cifra muy baja sino incluso una disminución respecto a 2006, cuando esta cifra representaba el 0,42 por ciento[4].
Pero a pesar de la existencia de aspectos a mejorar, el camino emprendido es el adecuado, se trata de sumar y no de restar, de entender que, en definitiva, la solución de las empresas al dilema de ser responsables y sostenibles pasa por hacer más con menos, hacer más para más gente y hacerlo mejor para más gente.
[1] Informe de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (Comisión Brundtland): Nuestro Futuro Común, 1987.
[2] Edelman Trust Barometer 2008
[3] KPMG International Survey of Corporate Responsability Reporting 2008
[4] Observatorio 2008 de la Inversión Socialmente Responsable, Albareda, Laura; Arenas, Daniel; Balaguer, María Rosario.
martes, 2 de diciembre de 2008
De la responsabilidad mediambiental a la responsabilidad corporativa
Etiquetas:
Ricardo Navas Hernández; CIDES; ICAI; IIEE
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