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domingo, 19 de julio de 2009

El Ciprés calvo (Taxodium distichum)


Por Rafael Ceballos. Vicedecano del Colegio de Ingenieros de Montes

En 1887 se construyó en el Parque del Retiro de Madrid un invernadero, estufa fría, con el fin de acoger una gran colección de plantas exóticas que completara una exposición general sobre la vida cotidiana de los habitantes de las Islas Filipinas. El edificio construido fue una verdadera catedral de vidrio, palacio de cristal, que tras diversas vicisitudes y reparaciones conserva hoy, mirando al lago, aunque liviana y frágil, su majestuosa estampa.


Pasada la exposición, al integrarse el edificio en el paisaje cotidiano del parque madrileño, se plantaron en el estanque, bordeando su ribera, una serie de ejemplares de Taxodium distichum, árboles originarios del sudeste de los Estados Unidos y situados, botánicamente, entre los pinos y los cipreses.


Son árboles corpulentos y con gran desarrollo que alcanzan, asimismo, gran longevidad. Aunque el crecimiento es rápido hasta los 50 años y la ramificación muy abundante, cuando los ejemplares se van avejentando, pierden el porte cónico y adoptan de manera natural, poco a poco, una forma de candelabro que es muy característica del género.


Su hábitat ideal son las aguas estancadas y los terrenos pantanosos, por lo que no se puede encontrar mejor planta para acompañar a los alisos y sauces que adornan las orillas de los cursos de agua y los estanques de parques y jardines. Su sistema radical posee unas protuberancias, a modo de rodillas, llamadas neumatóforos que, desarrollándose en sentido vertical, emergen del agua para facilitar la respiración de las raíces.


Las hojas de consistencia flexible son de color vede brillante y caedizas, aunque realmente lo que se desprenden son los ramillos enteros tras presentar durante cierto tiempo una coloración amarillenta que vira al ocre y al marrón, procurando a esta especie un carácter singular, muy ornamental en este momento previo a la caída de su hoja.


Se observa cierto error en el uso ambiguo del nombre vulgar del árbol, ya que el apelativo de ciprés calvo se usa lo mismo para referirse a esta especie como para señalar al ahuehuete. Para evitar mayor confusión y su rápida difusión, conviene precisar el por qué de esta denominación.


A esta especie (T. distichum) es a la que corresponde el nombre común de “ciprés calvo” porque todos los años el árbol se queda desnudo al caérsele las hojas que le salieron en primavera. Sin embargo, el ahuehuete (T. mucronatum) pierde sus hojas cuando estas cumplen dos años de perseverancia; es decir, cada otoño pierde la mitad de sus hojas, las que nacieron hace dos años, mientras que las que brotaron en la última primavera se mantienen vigorosas sobre los ramillos más jóvenes. De esta forma, el ahuehuete nunca quedará pelado y el apodo de ciprés calvo con el que se subraya la desnudez del árbol se refiere única y exclusivamente a la especie que hoy presentamos, el Taxodium distichum.