lunes, 1 de diciembre de 2008

Algunas reflexiones metodológicas sobre ecología y medio ambiente

Por Carlos Zapata Revilla, Ingeniero Industrial, Asociación de Montes, Secretario del CIDES

Como indica el título de esta contribución, lo que se pretende es sencillamente exponer algunas consideraciones sobre lo que a un ingeniero, no especialista en medio ambiente, le resulta especialmente interesante en la forma de abordar los temas ecológicos o medioambientales.

Es evidente la creciente impregnación de las actividades humanas de la preocupación por el medio ambiente. De ahí nacen diferentes disciplinas que, bajo la etiqueta de lo ecológico, analizan las materias de su competencia. Lo mismo que el concepto de ingeniería se ha ido extendiendo y oímos hablar de ingeniería financiera o incluso de ingeniería jurídica, el adjetivo ecológico se aplica, alejado de su significado biológico original, a cuanto tiene que ver con el medio ambiente.

Ello ha dado lugar a un nuevo enfoque de las cuestiones de nuestro entorno que se ha dado en llamar "pensar en ecología" (ecological thinking) y que consiste en la continua aplicación de un punto de vista medioambiental a prácticamente todo lo que existe en nuestro entorno.

La ingeniería sostenible es uno de los ejemplos característicos de lo anterior; ya no es suficiente la resolución de un problema técnico por los medios más económicos disponibles sino que es necesario tener en cuenta su acción sobre los recursos naturales y el medio ambiente.

Otro ejemplo, alejado de los habituales campos de la ingeniería es la ecomedicina, rama de la medicina que se ocupa de la relación entre el entorno y las enfermedades y, dentro de ella, una rama más reciente que es la ecopsiquiatría. La ecopsiquiatría tiene un gran interés porque se ocupa de la influencia del medio ambiente en todas las manifestaciones patológicas de la mente humana causadas por las agresiones a que todos estamos sometidos: contaminación ambiental, acústica, o estrés, pero, al mismo tiempo, también encuentra remedios para esas enfermedades rodeando al paciente de condiciones favorables para su patología: bellos paisajes, luz, música, etc.

No es necesario insistir, por lo tanto, en la interrelación existente entre los diferentes factores materiales e inmateriales (psicológicos) que intervienen en el entorno ambiental, de manera que cualquier alteración en uno de ellos repercute en todos los demás, lo que nos conduce a otra línea de pensamiento actual que es el "pensar sistémico" (systemic thinking).

El pensamiento sistémico consiste, como es sabido, en un proceso de análisis cuya función es estimar de qué manera cualquier acción es capaz de influir en el entorno del objeto al que la acción se dirige primariamente, considerando que solo puede conocerse el comportamiento de los componentes de un sistema teniendo en cuenta sus relaciones con otros componentes e incluso con otros sistemas. Para el pensamiento sistémico son, por consiguiente, especialmente relevantes los conceptos de relación y estructura.

La noción de la importancia de las relaciones de los componentes con el todo y de que el todo es más que la suma de las partes puede encontrarse desde los primeros filósofos tanto occidentales como orientales pasando por el estructuralismo de Levy-Strauss que, precisamente, celebra en estos días su centésimo cumpleaños. Lo que sucede es que hay que llegar a la segunda mitad del siglo XX para que estos conceptos se categoricen y se desarrollen métodos matemáticos que permitan su utilización en la resolución de problemas.

De aquí que fueran surgiendo distintas formas de enfocar los sistemas complejos como la Teoría General de Sistemas de von Bertalanffy, la Investigación Operativa o, quizás la más conocida, la Dinámica de Sistemas ideada por Forrester en el MIT.

Dado que en ecología el número de factores que intervienen es muy grande y de diverso tipo: técnicos, económicos e, incluso, sociales como la aceptación por el público, parece claro que metodologías como las enunciadas pueden ser de gran utilidad en el análisis y tratamiento de problemas medioambientales especialmente por su aptitud para tratar las variables que se pueden denominar sociales.

A título de ejemplo de sistema complejo podemos centrarnos en un caso muy actual: los biocombustibles. Los parámetros que habría que analizar serían entre otros: cómo varían los rendimientos en función de las plantas utilizadas; qué efectos tiene la utilización del suelo para este fin en relación con otros usos alternativos del suelo, desde los puntos de vista económicos y sociales, o qué efectos netos sobre los gases de efecto invernadero tiene una posible deforestación para este tipo de producción, etc. etc.

O al considerar un mix de generación de energía eléctrica, optimizar su composición teniendo en cuenta no sólo los costes típicos de la inversión y de la explotación, sino también los efectos visuales y estéticos, el balance de gases de efecto invernadero, la influencia en la fauna y la flora, los efectos psicológicos (en Dinamarca ha habido problemas con el ruido de lo aerogeneradores), la apreciación positiva o negativa del público, etc., todo ello para llegar a una solución que, en la medida de lo posible, maximice los efectos favorable y minimice los desfavorables: en resumen, que los costes sean bajos y los efectos medioambientales nocivos limitados.

En el ya clásico tratado de Javier Aracil, Introducción a la Dinámica de Sistemas, se incluye un interesante ejemplo de aplicación que, aunque académico, ilustra las posibilidades de esta herramienta de análisis.

Describe un sencillo diagrama de Forrester en el que analiza el efecto de la contaminación ambiental sobre la evolución cuantitativa de la población y en el que la contaminación se convierte en un elemento regulador. En efecto, el aumento de la población produce un incremento de la contaminación lo que, a su vez, se traduce en su efecto negativo sobre nacimientos y defunciones. Pero, a su vez, el deterioro del medio ambiente puede conducir a una menor producción de alimentos, reforzándose así el efecto anterior.

Esto no es más que uno de los módulos que el autor desarrolla más ampliamente hasta llegar a modelos mucho más complejos, pero es suficiente para indicar la metodología que puede seguirse al abordar los problemas medioambientales.

La dinámica de sistemas no es, por supuesto el único instrumento para tratar problemas sistémicos, pero lo que se quería subrayar es que, sea cual sea la herramienta que se utilice, nunca se debe olvidar la interrelación de factores evitando posturas maximalistas que centren la solución del problema solamente en el interés particular de un sector por motivos que pueden ser económicos o incluso políticos.

Por lo tanto, la conclusión que, a nuestro juicio, pude extraerse de esta contribución es precisamente la necesidad de evitar el reduccionismo en cualquier propuesta de actuación en relación o con influencia en el medio ambiente y de tener en cuenta, en la medida en que sea posible, la influencia positiva y negativa que en el mundo que nos rodea puede tener la actuación pretendida.

Referencias:

ARACIL, J. Introducción a la dinámica de sistemas. Alianza Editorial. Madrid. 1986.
CURRAS, E. Ciencia de la información bajo postulados sistémicos y sistemáticos. Edición personal. Madrid. 2008.
RIDRUEJO, P. Ecopsiquiatría. Habe. Madrid. 2005
CAPRA, F. Ecology, Sistems Thinking and Project-Based Learning. 6th Annual Conference on Project-Based Learning. San Francisco. 1998.
UMPLEBY, S.A. y DENT, E.B. The origins and purposes of several traditions in systems theory and cybernetics. Cybernetic and Systems: An International Journal. 30:79-103, 1999.

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