Por Domingo Gómez Orea
Catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid
(Ponencia expuesta en el Curso tutelado por la Fundación ingeniería y sociedad bajo el lema "Agua y energía: Retos tecnológicos del tercer milenio·, Instituto de la Ingeniería de España.
Madrid, 7 de julio de 2008)
1. El problema y su manifestación
La constatación del incremento de la temperatura en la tierra y de su manifestación sobre numerosos escenarios geográficos, climáticos, fenológicos, etc. unido a los informes de instituciones solventes, permiten afirmar la realidad del cambio climático y la responsabilidad de las actividades humanas en ello.
El cambio climático es un fenómeno asociado al efecto invernadero que se atribuye al aumento de la concentración en la atmósfera de los denominados gases de invernadero (principalmente, aunque no el único, el CO2,) que tienen la propiedad de ser prácticamente transparentes a la radiación solar, de onda corta, mientras resultan opacos para la de onda larga de origen terrestre; así se establece una especie de “trampa de calor” unidireccional que impide la devolución de la energía al espacio y llevaría a un calentamiento progresivo de la Tierra, con numerosas y relevantes consecuencias a escala global y regional.
Resulta curioso que las predicciones del Club de Roma, y otros organismos, en los primeros años de la década de los 70 del pasado siglo, acertaran cuando alertaron a la humanidad sobre los límites del crecimiento, pero erraron en las causas de su alarma a las que situaban, fundamentalmente, en el agotamiento de los recursos, cuando lo que realmente parece haberse agotado es la capacidad de la atmósfera para asimilar las emisiones producidas por la utilización de tales recursos. El cambio climático hay que entenderlo en términos de la capacidad receptora de emisiones a la atmósfera.
2. Las causas profundas del problema
A escala global tres causas están en el origen del problema:
• La sobrepoblación del planeta
• El estilo de desarrollo imperante
• La idea de calidad de vida que tienen los ciudadanos
2.1. La sobrepoblación y su huella ecológica
La huella ecológica, se refiere a la superficie que necesita la humanidad para abastecer las necesidades alimenticias, de agua y de energía, para acoger los edificios, infraestructuras e instalaciones que cobijan a la población y a sus actividades y para recibir los efluentes que tales actividades humanas emiten.
En la actualidad la huella ecológica parece, según fuentes autorizadas, haber rebasado con mucho la capacidad del planeta.
2.2. El estilo del desarrollo imperante
Se aplica el calificativo de sostenible a un desarrollo sensato expresado en un modelo territorial equilibrado. Pero el desarrollo que impera en la actualidad carece de tal sensatez; los gobiernos, cualquiera que sea su color ideológico, entienden el desarrollo, de una forma reduccionista, en términos de crecimiento económico y valoran el éxito de su gestión en indicadores de producción y de renta, fundamentalmente. Se trata de un desarrollo basado en una serie de características insatisfactorias entre las que destacan las siguientes:
- El comportamiento crecientemente consumista de la población, estimulado por una economía basada en el beneficio, e insolidario en el tiempo, con las generaciones futuras, y en el espacio, con las zonas menos favorecidas a nivel global y regional.
- El pensamiento y las previsiones a corto plazo, propiciado por la actitud de unos poderes públicos incapaces de adelantarse a la dinámica social.
- El predominio del interés privado y del más fuerte sobre el interés público, la equidad y la justicia.
- La especulación del suelo y la consiguiente configuración de modelos territoriales desequilibrados, determinantes de una altísima demanda de movilidad por parte de la población.
- La persistencia de un modelo típico de desarrollo indeseable: el denominado centro-periferia caracterizado por la congestión de ciertas zonas y la paralela desertización de actividad y población de otras.
2.3. Una idea equivocada de calidad de vida
Y sin embargo la calidad de vida de los ciudadanos, superadas las necesidades básicas, no depende tanto del consumo, cuanto de las condiciones de vida y de trabajo, es decir, sociales, en que vive y de la calidad del ambiente que le envuelve.
Es esta idea de calidad de vida lo que caracteriza al desarrollo sostenible, que no es otra cosa que un desarrollo sensato, resultado del equilibrio entre las tres componentes citadas que conforman tal calidad: la económica, la social y la ecológica, las cuales, llevadas al nivel individual se concretan, respectivamente, en otras tres: el nivel de renta, las condiciones de vida y de trabajo y la calidad ambiental de que dispone cada individuo.
Recientemente se añaden otras dos dimensiones al concepto de sostenibilidad: la territorial, que pone de manifiesto la importancia determinante del modelo territorial configurado por las tres dimensiones anteriores en la calidad de vida de los ciudadanos en cuanto define el marco vital de la población, y la global que sitúa la sostenibilidad en el marco del planeta Tierra en las relaciones determinadas por la globalización.
Una idea equivocada de la calidad de vida propicia un comportamiento insensato de los agentes socioeconómicos: productores y consumidores. Los primeros orientan sus objetivos a producir más y a vender lo producido, y en términos de tal objetivo valoran el éxito de su gestión; los segundos parecen basar la felicidad en aquella máxima equivocada: “más es mejor”, y así persiguen un consumismo exagerado de bienes y de servicios, en cantidad y en calidad: se hacen demasiados viajes y demasiado largos, mientras se desconocen las excelencias de espacios, paisajes y culturas próximos; se mitifican los productos escasos mientras se desprecian los que están al alcance de todos los bolsillos; se persigue la diversión atolondrada y se desprecia el íntimo goce de las cosas sencillas ... y todo ello conduce a un crecimiento de la huella ecológica que supera con mucho la biocapacidad del planeta.
3. Los efectos
La ciencia alerta sobre la dificultad, si no imposibilidad, de determinar con un mínimo grado de confianza fenómenos de futuro que dependen de un número demasiado elevado de variables no controlables, incluso desconocidas. En principio habría que pensar que mayor temperatura en el planeta supone más rapidez en el ciclo del agua: más evaporación y, por tanto, más lluvia, al menos a nivel global.
Otra cuestión es cómo se distribuyen las temperaturas y las precipitaciones en las diferentes regiones y zonas más o menos concretas. Y, sobre todo, cómo puede la población adaptarse a los cambios.
Para la Península Ibérica, y para la cuenca mediterránea, en general, la mayor parte de la comunidad científica suele coincidir en que se producirán los efectos que se describen en los puntos siguientes.
3.1. Sobre agua y energía
- Menor disponibilidad de agua; se estima una reducción del 25 al 35 % de las precipitaciones (según variación de la temperatura), con la consiguiente repercusión sobre:
o cantidad de agua para regadíos
o producción de energía hidroeléctrica
- Incremento de las necesidades hídricas de los cultivos; en términos de ETP, localidades españolas con diferencias térmicas medias del orden de 2 ºC (y condiciones similares de radiación solar, viento, humedad relativa atmosférica, etc.) muestran diferencias en las necesidad de agua entre 7 y 8 %.
- Incremento de los períodos secos o de escasez extrema de precipitaciones, lo que lleva a la necesidad de preparar la gestión en situaciones de escasez atípica.
Y en relación con la energía:
- Incremento de la insolación y por consiguiente de la posibilidad de captación de energía solar por el hombre.
- Incremento de la producción de biomasa seca y de su contenido en C, a causa de la mayor disponibilidad de CO2, pero también incremento del riesgo de incendios forestales.
- Mayor susceptibilidad de las plantas a plagas y enfermedades a causa, entre otras, del estrés hídrico-térmico en la vegetación.
3.2. Sobre producción agrícola y alimentación
- Pérdida de suelo fértil, entre otras razones, por aumento de la salinidad a causa de un menor lavado por el agua.
- Incremento de la mineralización de la materia orgánica del suelo, y con ello:
o Mayor liberación de nutrientes; para el área mediterránea se estima en 5-10 kg de N-NO3/ha.año; 1-2 kg de P2O5/ha.año y 4-6 kg de K2O/ha.año
o Mayor oxidación de micronutrientes y consiguiente pérdida de elementos minerales en el suelo que habrá que restituir.
o Pérdida de materia orgánica, evaluable en el área mediterránea entre 50 y 400 kg de humus/ha.año, con los consiguientes efectos sobre las propiedades físicas, químicas y biológicas del suelo.
- Incremento de la incidencia de plagas y enfermedades sobre cultivos y ganado, alteración de los ciclos vitales de patógenos y patogénesis, así como de las interacciones entre planta y patógeno, cuyas consecuencias serian:
o cambios en la distribución geográfica de los patógenos
o supervivencia de hongos, bacterias, nematodos fitopatógenos e insectos vectores de virus cuya expansión geográfica acentuará la incidencia de las virosis.
o cambios en la eficiencia de las estrategias empleadas para el control de las enfermedades
o incremento de la extensión y duración de períodos de humectación a favor de infecciones foliares por hongos y bacterias fitopatógenos a causa del aumento de la biomasa vegetal y de su contenido en carbono, favorecidos por niveles elevados de CO2.
o prolongación de la supervivencia de los agentes fitopatógenos incorporados al suelo a través de los restos de tejidos infectados, a causa de la reducción de la relación C/N en tales restos y la consiguiente reducción de su descomposición microbiana; por ello, aparición de epidemias más tempranas y severas de enfermedades causadas por hongos y bacterias.
- Menor eficiencia en el control de enfermedades de numerosos genes de resistencia contra hongos, bacterias y nematodos que se han demostrado termo-sensibles.
- Reducción de las heladas de radiación y consiguiente adelanto de la floración
- Incremento de las heladas de advección (olas de frío)
- Reducción de horas de frío con efecto perjudicial sobre la producción de fruta.
- Especialmente relevante es el efecto en relación con las estrategias no-químicas propias del modelo de la agricultura denominada biológica, con previsible repercusión negativa sobre la consistencia y eficacia de medidas de lucha:
o de carácter cultural: fecha de siembra, rotaciones de cultivo, practicas de no laboreo
o de control biológico, dada la vulnerabilidad de los agentes microbianos a variaciones extremas en los factores ambientales.
o De control químico debido a que las modificaciones de la temperatura, precipitaciones y biomasa vegetal, pueden alterar la retención de fungicidas protectores en los tejidos tratados, así como sobre la absorción y translocación de los fungicidas sistémicos.
- Repercusiones en la actividad pesquera por la posible extinción de algunas especies
3.3. Efectos impredecibles
Existen, además, multitud de efectos insospechados y otros impredecibles, lo que genera incertidumbre sobre el futuro a corto, medio y largo plazo y toma de conciencia sobre la forma de hacer frente a tales circunstancias.
- Impacto negativos sobre rendimiento de las cosechas
- Impacto sobre calidad de las cosechas
A lo que se añade la incertidumbre sobre las estrategias más adecuadas para evitarlos o para minimizarlos.
Por ello es preciso:
- Desarrollar modelos cuantitativos que permitan explorar simultáneamente escenarios múltiples e interacciones complejas entre variables climática y parámetros epidémicos de las enfermedades.
- Formación de técnicos superiores con el suficiente nivel de especialización profesional en materia de Sanidad Vegetal, como para poder abordar con éxito los retos que plantean los trabajos reseñados.
4. puntos focales del problema
Uno de los puntos focales del problemas se encuentra en el binomio AGUA=ENERGÍA.
Pero teniendo en cuenta que aproximadamente las 3/4 partes del planeta Tierra están ocupadas por extensos y profundos océanos, y que el incremento de las temperaturas medias va a intensificar el ciclo hidrológico a nivel global, no se puede afirmar de forma solvente que falta agua, sino que sobra sal.
Quitar la sal al agua es un problema de energía, de tal manera que lo que realmente falta es energía, aspecto que focaliza, en última instancia, el problema. En esta tesitura parece razonable apelar a la ciencia y a la tecnología para buscar la solución a través del desarrollo de una energía limpia y abundante, barata, por tanto, alternativa a los combustibles fósiles, en un plazo que se adelante al horizonte temporal de los efectos previstos; si esto llegara a conseguirse el problema del agua perdería sentido en un mundo en el que, como se ha dicho, “no falta agua, sobra sal”, y quitarle la sal al agua es un problema de energía.
Este es uno de los grandes retos, según creo, de la humanidad hacia el futuro, que requiere una voluntad decidida de los gobernantes.
Tal escenario energético tendría unas repercusiones enormes en el modelo de desarrollo y en su distribución planetaria.
Y teniendo en cuenta que la producción y el consumo de energía son actualmente los responsables de las mayores emisiones de CO2, el principal gas de efecto invernadero, el desarrollo de tales ciencia y tecnología resulta la única forma solvente de atacar la principal causa del cambio climático.
A esta idea se añade la utilización más eficiente de los cultivos agrícolas y forestales como sumideros de CO2. Se estima que la capacidad captadora de CO2 por los cultivos varía entre 10 t/ha.año para los extensivos de secano, 20 t/ha.año en los forrajeros y praderas y más de 30 t/ha.año en los intensivos de regadío- que pueden ser utilizados como fuente posterior de energía o como sumideros de CO2 que puede quedar almacenado en el suelo en forma de materia orgánica residual.
5. Las oportunidades que ofrece: una “idea fuerza” para inducir otro modelo de desarrollo
Se podría también entender el cambio climático como un aldabonazo que alerta a la humanidad sobre la posibilidad de que esté siguiendo un camino de desarrollo equivocado. En este esquema lo importante no es la evidencia científica del fenómeno, sino su capacidad de suscitar la reflexión sobre ello, de tal manera que si no existiera el cambio climático convendría inventarlo.
En el sentido apuntado, el fenómeno se convierte en “una idea fuerza”, que puede tener notables repercusiones en el enfoque del desarrollo hacia el futuro y en las pautas de comportamiento de los productores y de los consumidores. Y ello porque el principio de precaución, sancionado en la UE y en todos los foros que se ocupan del desarrollo, aconseja actuar como si tal hipótesis estuviese comprobada. En particular resulta importante su capacidad de inducir en los agentes y en los actores sociales la idea de que la naturaleza impone unos límites al crecimiento, los cuales se hacen críticos bajo la hipótesis de la realidad del cambio climático. Pero no son los únicos, porque a éste se añade la pérdida de homeostasis del planeta, es decir, de su capacidad para reaccionar y reequilibrarse ante las acciones humanas; este hecho se manifiesta poderosamente en la deforestación continua.
La fuerza de la idea es tal que ha llevado a ciertos líderes políticos y ambientalistas a darle una dimensión espiritual y así utilizan un lenguaje mesiánico (se habla de mensaje, de sentido de misión, de verdad irrefutable) y convierten la lucha contra el fenómeno en un movimiento capaz de unir a numerosos individuos mediante un ideal común; el proselitismo que se hace de tal lucha y la apelación a las conciencias y a los comportamientos individuales, cala en la opinión pública hasta el punto de convertirlo, en opinión de algunos, en una especie de nueva religión del siglo XXI. En este sentido el biólogo Miguel Delibes, refiriéndose al movimiento liderado por Al Gore, señala que la estructura organizada por este político resulta casi religiosa, con discípulos que transmiten la buena nueva: unos 1.700 repartidos por todo el planeta, a los que pide una “conexión espiritual”. Y para que no falte un elemento común a todas las religiones, la idea del cambio climático no puede desvincularse de la fe en aquellos científicos, la mayoría, que la predican.
Apelar a las emociones y sentimiento no se compadece con el método científico, pero resulta más eficaz para movilizar a la población en el sentido de racionalizar sus pautas de comportamiento, y a los gobiernos para que promuevan un desarrollo más sensato más equilibrado entre lo económico, lo social y lo ecológico, a los que últimamente se añade lo territorial y su consideración en un escenario global.
Con más o menos dosis de religión, lo cierto es que resulta muy difícil cambiar el curso predominante que lleva la humanidad y, por ello, resulta difícil confiar en el cambio de paradigma señalado, al menos a escala planetaria; tal vez pueda producirse algún movimiento positivo en ciertos países que ya han gozado de altos niveles de renta, incluso se han desilusionado de las bondades de una exagerada bonanza económica, pero no parece generalizable para los países que ni siquiera alcanzan a satisfacer las necesidades básicas de la mayor parte de su población y están muy lejos de pensar en el medio ambiente porque su problema es mucho más inmediato: como subsistir mañana; y es en éstos precisamente, donde se concentra la mayor parte de la población, que tiene a crecer. Es el caso, con carácter general y de mera referencia, de China e India, cuyo desarrollo resulta extremadamente difícil de ajustar a los requerimientos del cambio climático y van a seguir creciendo sin remilgos ni inquietudes por el medio ambiente, al menos a corto y medio plazo.
6. Las opciones hacia el futuro
La primera opción que se debe plantear es atacar a las causas del cambio climático, para lo cual es preciso:
- Reconocer la entidad del problema, premisa indispensable para darle el tratamiento que merece
- Actuar sobre el modelo socioeconómico vigente, a través de cuantas acciones puedan contribuir al cambio educacional y cultural, para lo que puede resultar de gran utilidad la idea fuerza que comporta el propio fenómeno
- Promover la cooperación entre los científicos (relación ciencia-ciencia) y de éstos con la sociedad (relación ciencia-sociedad)
- Promover la coordinación de instituciones competentes en la materia
- Revisar las políticas públicas, especialmente la PAC, en Europa
- Avanzar en el diseño y la aplicación de instrumentos de gestión de riesgos
- Avanzar en las formas de resolver los conflictos que, previsiblemente, originará la también previsible menor disponibilidad de recursos.
Como se ha señalado, las predicciones para España muestran un escenario de menores precipitaciones y mayores insolación y temperaturas, y en consecuencia, mayor evapotranspiración; pero también mayor insolación, es decir, más energía.
Tal escenario debería marcar la acción de los poderes públicos en la materia, orientándola a en tres direcciones prioritarias:
- Producción energía limpia y abundante
- Forma de su almacenamiento, otro de los puntos críticos de la energía
- Ahorro energético, que es tal vez el yacimiento más amplio de energía renovable, y por consiguiente, incremento de la eficiencia energética de las actividades y de los usos humanos.
Además habrá que actuar sobre la otra parte del binomio: el agua, con respecto a la cual habrá que pesar, también, en cómo producirla y en cómo incrementar la eficiencia de su utilización.
6.1. Sobre producción energética
La clave está en la I+D+i para producir energías alternativas, abundantes y limpias, a los combustibles fósiles; en este sentido el previsible escenario de incremento del precio del petróleo puede ser entendido como una oportunidad.
- Solar y Eólica. con todas las precauciones para minimizar el impacto ambiental, especialmente sobre el paisaje
- Promoción de los biocombustibles, con especies, materias primas (biomasa agrícola y forestal) y sobre suelos que no compitan con la producción de alimentos, que no tensionen los mercados alimentarios y eviten la especulación que hoy se cierne sobre ellos; en particular, avance más rápido hacia los de segunda generación en la producción de biocombustibles. Se considera que la agricultura del futuro será de alta tecnología y producción y liberará suelos para la naturaleza y para la producción de biomasa. Según Foro Agrario la utilización de cereales para producir biocombustibles no es la principal causa del alza de precios, sino la profunda modificación de las políticas de almacenamiento público y su consiguiente reducción de stocks mundiales de alimentos durante los últimos siete años. Tal escasez parece ser una causa del alza de los precios de la tierra en España y en otros países, como Brasil o EE.UU., y la consiguiente dificultad para incorporar empresarios pequeños y medianos a la actividad agraria así como su efecto sobre el despoblamiento del mundo rural.
- Otras: mareomotriz, de las corrientes marinas, etc.
Pero la investigación tendría que orientarse en otras dos direcciones complementarias, cuando no sinérgicas:
- Hacer viable un modelo descentralizado de abastecimiento energético
- Urbanismo: todo edificio, nuevo o viejo ((oficinas, hoteles y hospitales, entre otros), debería disponer de elementos adecuados de captación energética así como del aislamiento que minimice las necesidades de calentamiento y refrigeración.
- Promocionar el vehículo autosuficiente, que de un lado minimice el consumo y, de otro, capte energía solar.
- Otros
6.2. Sobre almacenamiento de la energía
Existe un campo de investigación y experimentación importantísimo sobre el que se están produciendo grandes avances.
6.3. Sobre ahorro energético
La principal acción en este campo consiste en divulgar la idea de calidad de vida entre la población, para dirigirlas hacia modos de vida menos consumistas, donde la idea de “más es mejor” se sustituya por “menos es más”.
Una segunda estrategia se relaciona con Aplicar el principio GESTIÓN DE LA DEMANDA, frente a la GESTIÓN DE LA OFERTA. Los hábitos de los consumidores determinan una demanda que el actual estilo de desarrollo tiende a satisfacer mediante la generación de oferta: no se pregunta por las causas y las razones de la demanda, ni siquiera si está justificada, tan solo se ocupa de satisfacerla, frecuentemente con intervenciones estructurales que suponen fuertes transformaciones del medio. Se trata de un enfoque que parte de un diagnóstico incompleto, reduccionista, del problema que pretende resolver, porque solo atiende a su manifestación, sin reflexionar sobre las causas, ni sobre el resto de los atributos que conforman tal.
Frente al enfoque descrito, el medio ambiente propicia equilibrar demanda y oferta actuando sobre la primera, es decir sobre el comportamiento de los consumidores. Se trata de una opción basada en lo que se denomina gestión de la demanda como alternativa estratégica a la habitual gestión de la oferta, que requiere actuaciones de más difícil integración.
“la mejor lección: disminuir las necesidades para disminuir las fatigas que cuesta satisfacerlas. Y así he llegado a necesitar muy pocas cosas, y esas pocas, muy poco. Porque la verdadera felicidad no está en tener … sino en ser y en no necesitar”.
El manuscrito carmesí, Antonio GALA
Propiciar un modelo territorial no determinado por las infraestructuras y menos las de transporte sino basado en la racionalidad de su funcionamiento; en particular un modelo que redujera las demandas de movilidad.
Acciones aparentemente tan alejadas como modificar la fiscalidad de la vivienda para facilitar el cambio de domicilio y, con él, la demanda de movilidad, fundamentalmente en los desplazamientos casa-trabajo.
Exigir y hacer operativo a través del planeamiento urbanístico el diseño de edificios mejor aislados y dotarles de los elementos adecuados de autoproducción.
Aplicar los principios de sostenibilidad a la planificación de las infraestructuras de transporte y aprovechar su potencial para inducir un modelo territorial que, además de un elevado marco par ala calidad de vida, minimice la demanda de movilidad.
Asimismo, por su importancia, cabe señala la mejora de la utilización de energía en los sistemas de riego.
6.4. Sobre producción de agua
Una medida elemental, ya probada en numerosos lugares, consiste en incrementar el uso de recursos hídricos no convencionales: reciclado/reutilización y desalinización y desalación.
En la Jornada de estudio y debate promovida por Foro Agrario y Asociación España-FAO sobre Repercusiones del cambio climático en la agricultura y la alimentación mundial, se estableció como conclusión que:
- Existen posibilidades de aumentar la capacidad de embalse de aguas superficiales desde los 53.000 Hm3 actuales a 70.000 Hm3 (25% sobre la capacidad actual).
- Integración del uso de aguas superficiales y subterráneas; considerar la recarga de los acuíferos subterráneos mediante aportes de aguas superficiales durante los episodios lluviosos, a cuyo fin se hace perentoria la realización de obras hidráulicas y acciones de ordenación del territorio con esa finalidad.
En las mismas conclusiones de dicha jornada se dice que “todo país moderno y organizado se comporta como un sistema cuyo funcionamiento depende de la interconexión de sus componentes mediante redes y flujos de todo orden: transporte y comunicaciones, eléctricas, alimentarias, informáticas, etc.
Pues bien, los cambios que se avecinan, sugieren establecer redes que permitan redistribuir excedentes de agua pero con dos condiciones:
- Que ello no suponga modelos de desarrollo basados en recursos exógenos, lo que contravendría uno de los principios básicos del desarrollo sostenible
- Que la transferencia de recursos acuíferos se produzca solo en casos de emergencia
A lo anterior habría que añadir la necesidad de trascender la idea del agua como mero recurso natural, para considerarla en su múltiples e inseparables funciones:
- Recurso para multitud de usos y aprovechamientos económicos
- Soporte de vida
- Soporte de actividades humanas:
- Conformación de paisajes y de culturas
- Receptor de efluentes a través de su capacidad autodepuradora
En algunos planes de ordenación y desarrollo territorial en que he colaborado en América Latina se ha propuesto y aceptado un Canon de Producción de Agua, paralelo al Canon de Vertido ya asumido con carácter bastante general.
6.5. Sobre ahorro y uso más eficiente del agua: mejorar la gestión del agua
- Modelizar la gestión de recursos hídricos a nivel de cuencas hidrográficas, para optimizar la gestión.
- Revisar los actuales sistemas y prácticas agrícolas, adecuándolos al cambio climático: sistemas de laboreo, sistemas de distribución de agua de riego, etc.
- Utilización sin complejos de nuevas especies y variedades vegetales, incluso las genéticamente modificadas, con las oportunas precauciones, orientadas a reducir las demandas de agua de las especie cultivadas y a mejorar los factores que afectan la eficiencia de absorción y usos del agua por la planta
- Modernizar los regadíos, dando continuidad a los planes en curso; sustituir los sistemas de riego por aspersión por riego localizado.
- Utilizar nuevas tecnologías de distribución del agua, hasta y en parcelas a regar
- Cooperación entre instituciones como FAO y las organizaciones de ámbito mundial con capacidad para prescribir normas constructivas orientadas a la ahorro de recursos hídricos
- Considerar el gran peso del regadío en la producción agraria española, y de otros países del Mediterráneo, y la constatación de que en situaciones de escasez de materias primas agrarias, la globalización no ofrece garantías de abastecer el mercado; por ello resulta estratégico en los países áridos:
o desarrollar el regadío, y por tanto, la capacidad de embalse
o almacenamiento público estratégico de productos agrícolas de uso alimentario.
6.6. El papel de la ordenación territorial
La problemática del agua en una cuenca se asocia a la estructura y al funcionamiento del sistema territorial que se configura en ella, y deriva de la presencia en ella de agentes relacionados con el agua en una doble dimensión: producción y consumo. Tales agentes tienen intereses conflictivos y se asocian a espacios y localizaciones concretas dentro de la cuenca. El conflicto de intereses lleva a la necesidad de concertación y ésta a la planificación entendiendo el plan, precisamente, como el instrumento en el que se basa la concertación. La asociación de agentes y problemas a zonas concretas, lleva a optar por la ordenación territorial como el tipo de planificación más adecuado.Tal plan se basaría en: los principios generales y específicos de sostenibilidad, el aprovechamiento de los recursos endógenos, la justicia territorial: internalización de las externalidades positivas y negativas, un canon de producción y canon de
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