miércoles, 6 de febrero de 2008

Un río es un tesoro.



Un río desde la cabeza a los pies es un raro tesoro en nuestro país. Los "propietarios" de un río tienen un raro tesoro. Pero ¿lo saben? Me parece que todos no.

Tienen un tesoro desde que nace hasta que muere, con todas las peripecias intermedias, pero tesoro: ecológico, económico, cultural y, sobre todo, un tesoro paisajístico.

Y eso qué es? Pues un recurso muy caro que nos dan gratis. Y digo "sobre todo" porque el placer visual nos alcanza a todos. Acaso lo económico no nos llega directamente, lo ecológico hace a los expertos, lo cultural hay que entenderlo, pero para lo perceptual sólo hay que abrir los ojos y mirar, saber mirar. Y parece que no sabemos mirar, hasta que otros miran por nosotros y nos lo cuentan.

Dijo el clásico que "sólo vive el que sabe", y yo apostillaría que "sólo vive el que sabe y sabe mirar"

Es notable que la Administración, distante ella, se haya fijado en un paisaje para protegerlo. Pero no es suficiente. No son suficientes las intenciones sobre el papel, o el reconocimiento entre expertos. No es suficiente si los usuarios no lo ven. A mí, que he llegado por primera vez a la casa de este río, me ha parecido que sus habitantes admiran los muebles de fuera mientras dan patadas a los suyos. Esto es un error y un despilfarro, y no vaya a ser que, como el paisaje es de todos, no sea de nadie.

Por ello, y aunque parezca obvio, esos propietarios, antes que salir fuera a buscar lo que tienen en casa, han de estar dispuestos a mirar y a ver. No se ama lo que no se conoce y el maltrato es desconocimiento.

Hay que convencer, no sólo a tiernos colegiales, sino a los decisores y usuarios en general, del potencial de disfrute de que disponen. Porque el paisaje del río no es sólo el de su ribera, sino el de su cuenca visual y ahí caben muchas cosas: testimonios de otras civilizaciones, del quehacer conjunto del hombre y el río, vegetación, fauna, puentes, acequias, molinos, presas. y todo ello con diversas formas, colores, texturas, luz.

A toda esta riqueza se suma la posibilidad de ser percibido con los cinco sentidos: la vista, el mas común, pero todos los olores del paraíso nos puede dar el conjunto-río y múltiples colores, sonidos diversos en intensidad tono y timbre; un río y su entorno susurra, grita , canta, se estremece y, además, se toca y se gusta.También hay que prever los posibles deterioros de la ignorancia, y no hay mejor restauración que la prevención. No habrá que restablecer algo que antes no se haya perdido, ni quitar algo que antes no se haya puesto. Sin contar con que hay situaciones irreversibles y elementos irrecuperables, con tiempo y -menos- con dinero.

Pero no seamos ingenuos porque el paisaje no se mantiene solo, también hay que proveer. Con buenas intenciones sólo vive un río sobre el papel. Para todo ello es necesario allegar recursos. Recursos para información, para formación y para reformación. Da lo mismo empezar por los dinerarios para indemnizar a quien haya que desalojar, que por los intangibles de la concienciación de lo que no se puede hacer, pero hay que poner dinero encima de una mesa. Y ¿quien pone el dinero? Pues todos, desde la Administración que lo administra, hasta el niño que lo mira, pasando por el banco que lo publicita o el mecenas que lo necesita.

El paisaje es gratis pero cuesta mucho mantenerlo. Sería interesante que, además de un precioso libro sobre bellezas del río, en este caso nuestro ignorado Manzanares, se hiciese lo mismo con los deterioros y degradaciones que se encuentran en la actualidad, no para evidenciar lo feo, sino para entender lo que podemos y no podemos hacer: para devolverle su calidad. Un paisaje de calidad también es un recurso económico.

Finalmente, no olvidemos que el paisaje es la imagen en el territorio del estilo de desarrollo de un lugar y para que ese desarrollo sea sostenible lo ha de parecer su paisaje.


Teresa Villarino Valdivielso
Dr. Ingeniero de Montes

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo en que cada tema puede tener dos visiones, la botella medio llena o la medio vacía. Pero la realidad es que el ambiente se nos ha deteriorado de forma brutal, y seguramente irreversible, en las últimas décadas.